“A mandar, que para eso estamos”. Este mantra, que parecía anclado en el pasado, en el reducto de un cortijo franquista de los años 60, nos estremece el corazón cada vez que lo escuchamos en nuestra butaca de Naves del Español ya que sigue vigente en el año 2023. El servilismo y los señoritos habitan en múltiples empresas en las que las propinas han sido sustituidas por la precariedad, con unos salarios que ayudan a sobrevivir a unos trabajadores que en numerosas ocasiones ‘tienen que dar las gracias’ por percibir un sueldo por el desarrollo de su profesión.

Magistral dirección

El tristemente desaparecido Fernando Marías y el brillante Javier Hernández Simón -este último también se encarga de la magistral dirección- son los artífices de la adaptación de una de las novelas más celebradas de Miguel Delibes cuya versión cinematográfica a cargo de Mario Camus -protagonizada por los inolvidables Alfredo Landa, Paco Rabal, Terele Pávez, Agustín González y Juan Diego- permanece en la mente de todos los que amamos el cine.

Brillante iluminación

Un aspecto que nos encandiló desde el comienzo fue la iluminación del escenario, obra de Juan Gómez-Cornejo e Ion Anibal. Gracias a ella nos sumergimos en la inhóspita noche, con un suelo naranja, rojizo, como un manto de sangre que anuncia la tragedia. La llegada del amanecer, con un aumento de la potencia lumínica, nos recuerda que siempre hay un mañana, pero tras la esperanza se esconde la guadaña de un día peor que el de ayer.

‘Milana bonita’ sobrevolando el espacio escénico

El diseño de espacio escénico por parte de Ricardo Sánchez Cuerda es aprovechado al máximo: el cielo poblado de pájaros, con la ‘milana bonita’ como reina de todos ellos, los útiles del campo amontonados, los muebles apilados caóticamente y las puertas al cielo y al infiero por las que entran y salen los personajes potencian aún más el sentido y la carga emocional de los profundos mensajes que encierran cada una de las frases del espectáculo teatral.

Ignorancia y falso paternalismo

“Ver. Oír. Y callar”. Son las tres únicas palabras que hay que conocer a la perfección en este mundo de castas donde los conocimientos académicos, como la lengua o el álgebra, no dan de comer y hasta suponen problemas. Y es que la mayor amenaza de los que no quieren la igualdad se basa en la ignorancia y en un torticero paternalismo contaminado por una sempiterna crueldad devastadora.

Reparto: virtudes y virtudes

En cuanto al reparto, solamente podemos destacar sus virtudes: la elección ha sido magnífica, con una entrega encomiable y un dominio escénico prodigioso.

Javier Gutiérrez, uno de los mejores actores españoles de todos los tiempos, interpreta a Paco el Bajo, transitando entre una irritante pusilanimidad para sobrevivir y una bondad superlativa para proteger a aquellos que quiere. Su pierna escayolada es solamente un lastre más de todos los que acumula su triste currículum emocional.

Pepa Pedroche como Régula aporta arrojo, sensatez, pero también miedo y temor, aunque las injusticias le empujan a ser más valiente que su marido. La desdicha pone freno a su rebeldía, con una melancolía y tristeza que anega en el lodo cualquier ápice de esperanza.

Yune Nogueiras construye una Nieves pueril, encerrada en un mundo de sueños que ve su inocencia interrumpida por la cruda realidad, al pasar de ser una prometedora futura estudiante a obediente sirvienta, repitiendo el ciclo de vida de sus padres al comprender que poner la tilde en la pizarra al nombre de su madre no le ayudará en nada.

Fernando Huesca, como don Pedro el Perito, se ve abocado a la amargura, al sinvivir por el comportamiento de su mujer (doña Pura), un desasosiego en el que tiene cabida cierta bondad con Paco el Bajo y su familia, pero siempre dentro de unos límites que nada tiene que ver con la buena fe (él es quien recluta a Nieves como sirvienta, sin tener en cuenta su opinión) ni con la libertad ni con la rebeldía.

Luis Bermejo, como Azarías (hermano de Régula), se ganó al público desde su primera aparición: sus frases fueron las más celebradas, y las que suscitaron la risa de la platea (congelada, en muchas ocasiones) del público. Él es el más sabio de todos ellos, pero no se le toma en serio por su discapacidad y por sus salidas de tono dentro de los convencionalismos sociales. La ternura y la empatía están presentes en cada una de sus intervenciones

La actriz vallisoletana Raquel Varela encarna a doña Pura, cuyo rasgo característico principal es la frivolidad, incluso cuando se dirige a Nieves. De forma continua provoca a su marido, insinuándose delante de él al señorito Iván, pero en ningún momento don Pedro demuestra valor para enfrentarse a él.

Jacobo Dicenta brilla en su papel. Su voz poderosa y su seguridad en el escenario encierran tanta verdad que llegamos a odiar con todas nuestras fuerzas al señorito Iván, por representar la degradación humana, el fascismo, la mezquindad, el desprecio más aberrante, el egoísmo, la perversión, la opresión y la represión… Le odiamos porque nos recuerda que en pleno 2023 existen y conocemos a personas así, que se salen con la suya, y que destruyen la bondad de otros ‘Pacos el Bajo’ que forman parte de nuestra vida.

Marta Gómez asume la representación de dos personajes: el de Miriam y el de ‘niña chica’. Su doble interpretación magistral nos hizo pensar que se trataba de dos actrices diferentes. Es increíble cómo se desdobla por un lado en el papel de una mujer de clase alta que exhala un soplo de empatía y preocupación por la vida de ‘los marginados’ y, por otro, en la hija ‘ausente’ y enferma de Paco el Bajo y Régula, en un ejercicio de contención, mímica y precisión gestual en el momento exacto digno de admiración.

Lo mismo nos ocurrió con José Fernández: resulta fascinante la credibilidad que aporta a su doble papel. Como Quirce proyecta una dualidad que transita desde sus aspiraciones y anhelos por lograr sus objetivos y deseos (él, de alguna forma, era el depositario de la esperanza de la familia) hasta la resignación de un mundo imperfecto (demasiado) que le cambiará para siempre.

Como embajador francés (René) encarna el espíritu revolucionario europeizado de una Francia donde la rebeldía impulsó principios tan vanguardistas como la educación igualitaria, la libertad sexual y el feminismo, un país en esos momentos a años luz de una España sombría, profundamente machista, clasista, empobrecida a nivel económico e intelectual en el caso de los campesinos, oprimidos por un autoritarismo deleznable que hacía impensable cualquier revuelta que revirtiese la desigualdad imperante.

En definitiva, ‘Los santos inocentes’ nos alerta de que España ha cambiado, pero no tanto como pensamos ni como merecemos. El maestro Delibes nos deja un incunable que se convierte en libro de cabecera para futuras generaciones, y esta adaptación logra captar esa esencia. Felicidades.