Hemos tenido la fortuna de ver muchas ‘Carmelas’ y muchos ‘Paulinos’. El clásico teatral de José Sanchis Sinisterra -que actualmente se representa en el Teatro Bellas Artes, bajo la magistral dirección de José Carlos Plaza– ha traspasado incluso nuestras fronteras dando a conocer la historia de estos dos actores de revista que durante Guerra Civil actúan en la España republicana. Por un lamentable error, las tropas franquistas les obligan a actuar en Belchite frente a un grupo de brigadistas internacionales que van a ser fusilados. El triste desenlace es por todos conocido y sin duda el momento que más encoge el corazón durante la representación.

María Adánez, canta, baila, actúa: no se la pierdan

María Adánez nos regala uno de sus papeles más arriesgados, sorprendentes, diferente a lo visto hasta ahora en su larga y prestigiosa trayectoria profesional. No hace una caricatura, sino que construye una Carmela totalmente creíble, respetuosa con su esencia y veraz. María canta, baila, recita, aporta gracejo, tristeza, tinieblas y caos. En este mundo y en el otro.

Pepón Nieto y sus acertados registros

Pepón Nieto se adapta perfectamente al registro interpretativo que precisa cada momento, algunos llenos de humor, otros de resignación y miedo, perfectamente comprensibles por el deseo de sobrevivir a la antesala de una dictadura que sembró dolor. La aparición del espíritu de Carmela le permite apaciguar momentáneamente la pérdida, el duelo, siendo el alcohol su refugio.

Guadaña y sueños

Los continuos ‘flashback’ nos retrotraen a una España musical, de copla, de sueños anegados por la incertidumbre. La guadaña se cierne sobre cualquier esperanza y los artistas se convierten en bufones que a duras penas, y con los escasos medios existentes en cuanto a vestuario y decoración, luchan por exhibir su talento.

“¡Ay Carmela!” no hace una apología ni de siglas ni de bandos: ampara y se muestra maternal y compasiva con los perdedores, en todos los sentidos. Podemos decir que elige el camino de la libertad y la justicia -es profundamente antibelicista-, que debe ser la filosofía universal de cualquier ideología, política o no, para que el brigadista polaco pueda volver a su país para contar a su madre que pudo escapar de Belchite.