‘El aroma de Roma’ nos regala 150 minutos de una comedia musical genial, con un reparto coral que se entrega al máximo para el entretenimiento del público asistente que celebra con carcajadas y aplausos unos diálogos chispeantes con referencias a tiempos pasados y a la rabiosa contemporaneidad (las puertas giratorias parece que siempre han existido…).
Talento cantado, hablado y bailado
El punto de partida de la historia es la ofensa de Cayo -magistralmente interpretado por Leo Rivera, actor de Talavera de La Reina que nos agasaja con una voz prodigiosa cuando canta, unas espectaculares coreografías estudiadas y unos desternillantes gestos locuaces– a Nerón en una de sus muchas orgías y bacanales –papel encarnado por Jaime Figueroa quien sin duda alguna logró los mayores aplausos de la platea, un crack con un talento interpretativo inmenso-: por ese motivo el emperador le condena a muerte.
Cayo huye con el objetivo de cumplir su sueño: ser ‘saltator’, un genio del baile. Por equivocación no termina en la academia que esperaba, sino en otra de gladiadores capitaneada por el senador Pisón, interpretado por el maestro del humor Agustín Jiménez. Y hasta aquí podemos leer para no hacer spoilers.
Javier Canales, todo un descubrimiento
Cabe destacar el descubrimiento que nos supuso Javier Canales en el papel de ‘La Bestia de los Carpatos’, con su mantra antikármico musical con el que ‘te arranca la cabeza (y los párpados)’.
El resto de actores aporta su profesionalidad y años de trayectoria para conferir gracias a ellos mayor calidad al espectáculo (Pablo Ceresuela, Mel Álvarez, Fran del Pino…).
En definitiva, ‘El aroma de Roma’ nos brinda un musical basado en histriónicos enredos, hilarantes malentendidos, conspiraciones bastante chapuceras -para nuestro disfrute-, y hasta valiosas aportaciones filosóficas (¿por qué los gladiadores deben morir?).
Una oportunidad única de ver en el Teatro Reina Victoria un pedacito de Festival de Mérida en Madrid, en cartel hasta el 30 de julio.