Acción-reacción. Internado “Fondo del estanque”. Este mantra y el nombre de este centro “educativo” no son gratuitos: constituyen en sí mismos una metáfora y cobran sentido para el espectador nada más comenzar la adaptación musical en nuestro país de “Los chicos del coro”, película francesa del año 2004 que obtuvo notables galardones, entre ellos dos premios Óscar, a la Mejor Película Extranjera y a la Mejor Canción Original (por el tema ‘Vois sur ton chemin’).

Inocencia interrumpida

El legendario teatro de La Latina se transforma en un internado, perfectamente construido, con estancias, pupitres, dormitorio, celda de castigo, verja y escaleras que nos sumergen en 1949, año gris en el que se desarrolla la acción. Allí el director Rachin impone, regla en mano, un régimen que confunde la disciplina con el miedo y el terror, en el cual los dulces infantes ven su inocencia interrumpida.

Un cuento de hadas

Como si de un cuento de hadas se tratase, llega ‘el profesor suplente’, un compositor en decadencia llamada Clement Mathieu que con una enternecedora empatía pedagógica logrará que cada uno de los alumnos encuentre en la música ese bálsamo curativo y reparador que necesitaban. Hasta entonces, solamente habían conocido las atroces consecuencias del conflicto bélico que supuso la Segunda Guerra Mundial.

Mathieu, en una pirueta mental magistral, transforma “la letra con sangre entra” en “la música amansa a las fieras”. Con su ‘saber hacer’ dirige la energía incorrectamente canalizada, producto de la rebeldía ocasionada frente a la sensación de abandono, hacia fines loables, con un canto de esperanza en el que la sensibilidad y la emoción son sus notas más características.

Pedro Víllora es el artífice de la traducción, versión y dramaturgia de este musical que nadie puede perderse, cuya dirección ha corrido a cargo de Juan Luis Iborra.

Reparto coral

En cuanto al reparto, únicamente podemos destacar las virtudes de sus actores.

Enrique R. del Portal es el curtido y reconocido actor y cantante que tuvimos la gran fortuna de ver el día de la representación, encarnando a Clement Mathieu. Su impresionante currículum profesional le avala en una interpretación cargada de una justa gestualidad, dotando a su personaje de una rectitud moral ejemplarizante.

Natalia Millán, como Violette Morhange, es garantía de calidad: sus apariciones en escena se nos hicieron cortas por su (nuevamente) brillante interpretación en una historia de amor platónica que genera la complicidad (y la desazón) de la platea.

Rafa Castejón, como director Rachin, nos regala un personaje que gravita entre la rectitud fascista de sus axiomas pedagógicos y la pena y la lástima al verse abocado a ejercer una profesión que no quiere desempeñar, sin vocación ni intenciones de mejora.

Eva Diago aporta un brillante (y locuaz) ‘caramelito cómico’ al conjunto del musical. Es un personaje necesario, imprescindible. Con sus frases lacónicas sentencia desde una ironía caústica, desprovista de maldad. Su voz cantada también es de una calidad impresionante, por los registros que alcanza, con unos matices que la convierten en una actriz polivalente de solvencia más que demostrada a lo largo de su impresionante carrera.

Antonio M M sorprende con la maestría en el uso de su voz para matizar cada una de las sabias frases de Maxence, el bonachón conserje, afable, tranquilo y amable, dispuesto a ser el padre de los chicos cuando así lo requieren.

Nos impactó gratamente la interpretación de un acertado Iván Clemente como Mondain, un animal herido que abre un interesante debate moral: ¿la gota que colma el vaso exculpa a un joven que lleva a cabo una venganza que no se hubiese producido si la sociedad hubiese sido benevolente con él?

Y por supuesto no nos podemos olvidar de ellos, de “los chicos del coro”, 75 niños de entre 6 y 17 años -nos encantaría verlos a todos- que nos dejan huérfanos el corazón una vez que el musical concluye. Enhorabuena a todos ellos.