Podemos decir que ‘El inconveniente’ es una de las mejores piezas teatrales de Juan Carlos Rubio, autor y director de este melodrama que vimos en la gran pantalla protagonizado también en esa ocasión por una de las mejores actrices de nuestro país, Kiti Mánver (que interpreta el papel de Lola).
Al teatro, como espectadores y críticos, le pedimos una única cosa (que no es nada sencilla de conseguir): que sea entretenido. Y ‘El inconveniente’ lo es. Y mucho.
Tres soledades compartidas
La historia detalla la hermosa amistad que se fragua entre tres soledades compartidas. El comienzo no es nada fácil por los prejuicios y los defectos de cada uno de los personajes -animales heridos con un presente incierto-, pero a medida que transcurren los minutos asistimos a una evolución terapéutica de su modo de entender la vida, que según John Lennon “es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes”, una de las muchas citas célebres que trufan los diálogos entre Luis y Lola, en contraposición con las frases nunca acabadas, con puntos suspensivos, de la dicharachera, verborreica (y soñadora) agente inmobiliaria, interpretada magistralmente por Marta Velilla que se come el escenario, engrandeciendo su personaje gracias a su innegable talento.
Aristas incómodas
Nos atraparon las aristas, algunas nada fáciles e incómodas, pero necesarias de abordar, que forman parte de ‘El inconveniente’: la muerte, la enfermedad, la lealtad a la pareja, las encorsetadas celebraciones, las diferencias generacionales -no tan abismales como pensamos-, los traumas, los miedos…
También retrata la desalentadora precariedad laboral. La agente inmobiliaria pasa posteriormente por variopintos empleos: vendiendo ataúdes, conduciendo una ambulancia… Hasta se presenta a un programa de televisión de talentos musicales, para acabar trabajando de repartidora de paquetes en el edificio de Lola.
La obra escenifica los tumbos que se dan por la vida hasta que encontramos nuestro sitio donde menos lo esperamos. Esto resulta gratificante: ya no nos sentimos ‘rara avis’. No somos la excepción. Y la resiliencia hace acto de presencia para avanzar por el camino que merecemos: el que marca la felicidad.
¿A todos ‘nos pica’?
En torno a la infidelidad, plantea un debate interesantísimo, con dos puntos de vista en apariencia antagónicos, pero con profundos nexos en común: por un lado, Lola se arrepiente de haber abandonado a su marido por su infidelidad (“a todos nos pica”, repite ella con comicidad y gracejo), tirando por la borda la vida en común con el hombre de su vida por una noche de placer.
Por otra parte, Luis (interpretado por un magnífico Cristóbal Suárez, con una personalidad simbiótica que encarna al principio a un ‘pijo’ frío que transmuta en un adorable ‘amante amigo’) compra el piso porque no está seguro de querer a su pareja, pero cuando esta le es infiel dice que la ama, aunque la lenguaraz y franca Lola, con una sinceridad hiriente pero necesaria, le aclara que no la quiere, sino que tiene miedo a perderla para no quedarse solo.
Optimismo realista
En definitiva, ‘El inconveniente’ roza la perfección por el crisol de emociones que nos suscita, desde la risa y la carcajada, hasta el nudo en la garganta, la tristeza, la melancolía. A veces casi el llanto. Pero todo ello enfocado desde el optimismo realista: deseamos salir del teatro y ser como Lola, vivaracha, amante de la vida y de los excesos. Ella, con su frágil salud y sus varios bypass nos transmite una gran enseñanza: que para disfrutar los días que nos resten no hace falta tener una vida perfecta sino la actitud y los compañeros de viaje adecuados. Carpe Diem, Lola.