Ya hace 10 años del estreno de “El método Grönholm”, del dramaturgo Jordi Galcerán, un clásico teatral que se ha exportado a otros países y cuya tercera temporada se representa en el Teatro Alcázar de Madrid bajo la experta dirección Tamzin Towsend.

En pleno 2023 la cruda realidad que recoge lamentablemente sigue vigente en una sociedad en la que los altos niveles de paro, sobre todo a partir de determinada edad, conlleva que en los procesos de selección los candidatos sean capaces de someterse a cualquier prueba, tal y como queda acreditado durante la representación.

Llámalo ‘Dekia’

Aquí se va más allá de preguntas tipo: “¿Está casado o casada?” o “¿Tiene hijos o piensa tenerlos?” y se juega con los principios, los valores y la ética personal a cambio de liderar el equipo comercial de Dekia, una empresa cuyo nombre podría ser otro, algunos de ellos presente en la mente de todos.

El antiguo ‘escenario laboral’ de la esclavitud, con el látigo, da paso a una sociedad actual alienada y deshumanizada que se vale de la precariedad laboral -y ‘el caramelo’ de un alto salario- para seleccionar al ‘mejor líder’, entendiéndole desde una perspectiva completamente tóxica, alejada de la empatía y del compañerismo.

Se busca una máquina de hacer dinero, sin sentimientos ni emociones que supongan trabas a los objetivos primordiales en cuanto a productividad y competitividad. El espectador desde la platea, y desde el presunto velo tranquilizador que le proporciona su sonrisa, se cuestiona: “¿Yo haría esa prueba por ese contrato millonario?”. Y muchos otros opinan que la realidad supera la ficción porque ellos ya han vivido situaciones muy similares a las vistas sobre el escenario en entrevistas de trabajo.

Reparto de 10

El (brillante) actual reparto de “El método Grönholm” confiere credibilidad y alma propia a cada uno de los personajes que los actores encarnan.

Luis Merlo cautiva con su verborrea apabullante, sin filtros, con un personaje a veces pusilánime, a veces cínico, a veces vulnerable, que se mueve en el exabrupto, en la enumeración caótica, en la inseguridad y también recuerda que la heroicidad a veces procede de los que creemos que son más débiles.

El actor santanderino Eleazar Ortiz sorprende por su variedad de registros, sin miedo a jugar, entendiendo el juego como un regalo para el espectador al ofrecer un personaje sin pudor -sometido en un momento a los prejuicios de la sociedad- avalado por su excelsa trayectoria en las tablas (además de su recurrente presencia en series de televisión)

Marta Belenguer está brillante, con un texto harto complicado, bien memorizado, sin trabarse, aportando a cada frase y en cada momento los matices precisos y acertados de una personalidad múltiple con una seguridad que nos encantó.

Ismael Martínez desata la carcajada y la hilaridad desde su primera intervención, con un ficticio aire bobalicón y campechano tras el cual se esconde una brillante astucia y una solvencia persuasiva contumaz en la evolución de un personaje que sorprende gratamente.