Para nosotros “Laponia” es la obra que recomendaríamos sin dudar porque sabemos que el espectador lo va a pasar bien seguro. Y además estamos convencidos de que va a suscitar posteriormente un animado debate con las personas que comparta este buen rato sobre los asuntos planteados en esta pieza cuyos magistrales autores son Cristina Clemente y Marc Angelet y cuya dirección ha corrido a cargo de la reconocida directora Tamzin Townsend.

Choque cultural

“Laponia” retrata a la perfección el choque entre la cultura española y la finlandesa, desde el prisma del humor y desde la más tierna imperfección. El espectador estalla en una sonora carcajada cuando Mónica enumera los tópicos de la idiosincrasia nacional, pero a su vez deja claro que no son patrimonio exclusivo español, sino que nuestros ‘pequeños defectos’ (y por qué no, a su vez, virtudes, según el momento y el caso) los encontramos también en los habitantes fineses que se encuentran a unos 4500 kilómetros de Madrid.

La cruda realidad vs. la inocencia

En “Laponia” se cuestionan los beneficios de contar la cruda y la dura realidad a los niños desde que nacen, ya que su madurez emocional está en continuo proceso de formación. Por este motivo, se hace hincapié en la necesidad de postergar en el tiempo el desentrañar la parte menos amable de la vida, aplazándolo al momento adecuado. Todo ello desde la premisa de que ser un buen padre o madre es un continuo aprendizaje en el que siempre debe prevalecer la salud emocional del menor.

Amparo Larrañaga, regreso triunfal

Amparo Larrañaga interpreta de manera magistral a Mónica. Su retorno a las tablas felizmente recuperada es un auténtico regalo para el espectador por el aplomo e ironía de un personaje sin pelos en la lengua, alejada del dañino espíritu de la irreal idealización. Mónica vertebra y estructura el hilo conductor argumental de una manera soberbia, con una evolución marcada por secretos que irá descubriendo poco a poco, con el espectador como cómplice testigo.

Iñaki Miramón, evolución quijotesca

Iñaki Miramón es Ramón, marido de Mónica, sometido al apabullante carácter de ella, pero con ganas de ofrecer una versión diferente a la que todos conocen, como un Quijote luchando contra molinos. Ramón reivindica una rebeldía políticamente correcta que le posicione en una situación de igualdad con respecto a su mujer, con voz y voto en las mismas cuestiones, aunque no consigue la conquista ni el éxito esperado y deseable, suscitando la risa compasiva del espectador.

Mar Abascal, cómica imprescindible

La grandísima Mar Abascal nos cautiva como la tacaña y la ex ‘choni’ Nuria, con unos registros cómicos de lo más ocurrentes en la actualidad en la escena teatral madrileña. Sus valoraciones éticas y morales se quedan al principio en la nada, en lo frío y en lo gélido, en la apariencia por alejarse de sus raíces diciendo aquello que los demás quieren escuchar y oír. Sus frases aportan momentos esenciales desde el punto de vista del humor al desarrollo de la obra, con una genial entonación de las frases en un personaje que evoluciona hacia una esencia que afortunadamente no había perdido.

Juli Fábregas: dogmático y pragmático

Juli Fábregas aporta credibilidad y profesionalidad a Olavi, el dogmático y pragmático marido finés de Nuria, que se enfrenta dialécticamente a Mónica al desvelar la hija de él (Aina) al hijo de ella (Martín) que Papá Noel no existe. El actor retrata los prejuicios existentes en torno al ‘carácter español’, una injusta percepción ya que él es partícipe de los defectos que nos atribuye a raíz de un secreto que quedará al descubierto y que invitamos a nuestros lectores a descubrir cuál es. Y es que “Laponia” les dejará helados.

«Laponia» se representa en el Teatro Maravillas.

Fotografías: OcioyMásMadrid.