La crítica de «Ocio y más Madrid».
Foto: David Ruano.
Quien suscribe esta reseña -que como tal es única y subjetiva- iba con unas expectativas muy altas a presenciar “Jerusalem” -obra cuya dirección corre a cargo de Julio Manrique-, tras haber leído críticas tremendamente positivas. Su inicio -con una poderosa y preciosa canción a capela- presagiaba una experiencia enriquecedora. Pero desde sus primeros minutos, la historia de Johnny Byron, en su vieja caravana, como “camello” de adolescentes ávidos de «sustancias adictivas», no suscitó mi interés. La interpretación, la puesta en escena y el compromiso de los actores, no admiten objeciones, pero “Jerusalem” adolece de una carencia inadmisible en el cualquier obra de teatro (o espectáculo de ocio): no entretiene, no llega a “enganchar” a la droga del interés. Un montaje de tres horas debe justificar esa duración con diálogos y frases y un hilo argumental que instalen en nosotros el deseo de que no concluya, de que no acabe.
Los tibios chistes y los puntuales instantes humorísticos se escuchan con contumaz benevolencia pero son la anécdota. La fiesta ‘rave’ da paso a clichés muchas veces vistos, y aun con la implicación de los solventes intérpretes, nos percatamos de que quien realmente se lo está pasando bien son los actores y no el público.
Prometo que le di varias oportunidades al desarrollo de esta ambiciosa «fábula», intentando empatizar con la poética del texto, con los problemas que se solapan (la amenaza de desahucio, la catarsis provocada por alcohol & drogas & música, el lúcido empoderamiento de los apartados de lo políticamente correcto, el exacerbado nihilismo, el histriónico ‘Carpe Diem’, las connotaciones desafiantes de la pobreza y la marginalidad…) pero no logré entrar en comunión con los «animales heridos» que habitaban el escenario encerrados en un universo (y un imaginario, entendido este “como un repertorio de elementos simbólicos y conceptuales de una tradición”), inteligible sólo por los conocedores de la Inglaterra rural profunda, requisito esencial para convertirse en cómplice de la sucesión de historias de este texto de Jez Butterworth.
«Jerusalem» se representa actualmente en el Centro Dramático Nacional.