La crítica de «Ocio y más Madrid».
Gabriel Olivares, experto en comedias de grandísimo éxito, es el encargado de dirigir la adaptación al español -cuyo acertado autor es Jordi Galcerán– de la obra “J’aime beaucoup ce que vous faites”, de la dramaturga francesa Carole Greep.
Nada más comenzar la representación, el argumento promete carcajadas continuas y cumple con nota: una pareja “rústica” escucha como unos amigos “urbanitas” se cachondean de ellos, justo cuando se dirigen con su coche a pasar un fin de semana juntos. A partir de su encuentro, se forjará una venganza hilarante, repleta de indirectas, sutilidades y reproches hostiles que pondrán a prueba la amistad existente.
Miren Ibarguren encabeza el reparto. Consideramos a esta artista como la actual reina de la comedia, género en el que ostenta la corona desde hace muchos años -todavía queda en nuestra retina su brillante interpretación en la obra “Mi primera vez” en la que también bordada el registro dramático en una memorable y durísima escena que discurría en un coche junto con “su hermano”-. Su personaje (Laura), altivo, pijo, excesivo, desencadenó las risas y aplausos por sus disparatadas ocurrencias.
Junto a ella, Pepa Rus (en el papel de Carolina), se gana el cariño y la carcajada con su ironía y sus frases de doble sentido. Con su gracia, acento y seguridad se ha convertido en una “imprescindible” del humor, una cómica vocacional magistral.
Juanan Lumbreras (Pedro) -que nos encandiló en la ternura con su vis cómica en “La ternura”- demuestra su versatilidad en su papel de escritor “venido a menos”, con aires grandilocuentes, que desde su contención transmite grandes dosis de hilaridad.
Óscar de la Fuente es Carlos, el marido de Laura. Su pedantería, su “doble cara” y el «postureo» excesivo forman parte de su carácter, aportando un contrapunto tremendamente enriquecedor al conjunto del montaje.
“Me gusta como eres” -que se representa en el Teatro Lara- aborda las fisuras que presentan las amistades cómplices y altruistas, las perfectas, que no existen, pero no por ello desvirtúan la esencia de los amigos, de aquellos que se cuentan con los dedos de una mano, que pese a sus defectos (y los nuestros) nos ofrecen amor incondicional, nos ayudan a relativizar los problemas y resultan imprescindibles en fraguar nuestro «currículum» emocional.