Si hay algo que define “33 El Musical” es el respeto. El respeto al trabajo bien hecho, a la seriedad, a la profesionalidad, el respeto al público. Se nota que esta superproducción ha sido cuidada hasta el más mínimo detalle y que los actores han trabajado mucho para brindar dos horas y veinte minutos de verdad, de honestidad.
La escenografía, el vestuario, las coreografías, los números musicales… Todo suma y nada sobra. Las letras de las canciones no son gratuitas, no son “un relleno” hueco y sin sentido, todo lo contrario: construyen una historia sólida, casi una opereta actualizada, con unas voces prodigiosas entre las que destaca su protagonista, Christian Escuredo que, con sus distintos matices y su sonrisa de caramelo, transmite un “buenrollismo” al público asistente.
Mención especial merece el escenario elegido, el Espacio 33, una carpa-teatro colosal en la que incluso es perfecta la climatización -no se pasa ni frío ni calor, se está en el cielo, en la gloria-.
Todos estos elementos confluyen para vivir una experiencia mística en una “iglesia” moderna en la que tienen cabida todos aquellos que desean disfrutar de un auténtico musical -ya que no existe diálogos, las distintas piezas musicales alimentan el engranaje- y que quieren conocer la mayor de las historias jamás contada.