«La crítica de Ocio y más Madrid».
“Cádiz” se convierte en la patria de la masculinidad de tres amigos, a cual más diferente, que se enfrentan a la crisis de los 40 de la mejor forma posible. Desde la perfecta imperfección. Una obra cuya dirección corre a cargo del brillante Gabriel Olivares, experto en comedias de rotundo éxito y excelente acogida por parte de la crítica y del público (como “Burundanga” actualmente en cartel, un clásico ya de las tablas madrileñas).
Fran Nortes -autor del texto que confirma con su tercera incursión en este ámbito su maestría-encarna a Eugenio. Abogado, políticamente correcto, padre de una niña -y de alguna forma, también de sus amigos, a los que tutela y aconseja cómo actuar desde su madurez- rompe con sus esquemas preestablecidos cuando se cruza en su camino la ex de Adrián (Nacho López). Nortes domina la gestualidad, la entonación de cada frase, que resulta precisa en el matiz de cada palabra, con una fonogenia que atrapa y refuerza su interpretación. Para nosotros brilla y destaca en el elenco: cada una de sus intervenciones resultaron deliciosas, empapando de credibilidad y verdad a su personaje. Nos declaramos fan de él y esperamos poder verle muy pronto en nuevos proyectos sobre las tablas.
Nacho López es Adrián, al cual una quiniela y varios millones le cambian la vida, con un divorcio y una segunda juventud, viviendo un alocado romance con una joven. Representa el paradigma de muchos hombres, desgranando un relato de sobra conocido por muchos en el que se diluye un pasado infeliz en los albores de un presente plagado de inseguridades que no apaciguan ni una moto de alta cilindrada ni un güisqui de 600 euros. Su agudeza, cinismo, falta de vergüenza y sus sentencias críticas basculan entre la injusticia de unos celos sobrevenidos y una regeneración espiritual que responde a unas voraces tretas sedientas de venganza kármica (llena de hilaridad, por supuesto).
Bart Santana da vida a Miguel. El actor despertó la empatía y simpatía del público, que celebró sus ocurrencias con sonoras carcajadas y generosos aplausos. Miguel es un adulto prematuro (o un adolescente tardío) que convierte el “Carpe Diem” en su filosofía existencial. A pesar de que continúa viviendo en el hogar familiar y de contar con un trabajo para muchos “no serio”, no es un impedimento para exprimir la vida al máximo. Ni el desánimo, ni la frustración, ni el drama forman parte de su vocabulario generacional. Su presencia ilumina como el sol de Cádiz y sus ideas y reflexiones son como el levante de Caños de Meca, incómodo pero revitalizante. Conjura posibles servidumbre y miserias, y cuando cree que puede convertirse en padre mimetiza, verbaliza y comparte las dudas e incertidumbre que supone ese acontecimiento en la vida de cualquiera.
“Cádiz” es una fiesta del único amor eterno que existe: el de la amistad. Porque también nos enamoramos de nuestros amigos. Y este montaje teatral nos recuerda además que la risa es la banda sonora de la amistad, la herramienta para superar cualquier adversidad y para comprender que los amigos no son perfectos -nadie tiene el patrimonio exclusivo de la verdad-, sino simplemente eso, amigos, a los que cuidar, ver, proteger, respetar -sin hostilidades ni moralinas- y con los que viajar.